Esto se escribe antes de que se conozca lo que Marcelo Odebrecht les dijo a los fiscales peruanos. No se nos ocurre que sus palabras logren, como se dice en inglés, cambiar el juego. ¿Cuál podría ser su interés en acusar a gente que seguirá teniendo un papel en la política peruana? Sobre todo cuando pronto él estará libre, haciendo negocios de vuelta. Claro que en el juego que Odebrecht no podrá cambiar hay mucho de timba. Como el magnate brasileño algo tiene que decir, él mismo probablemente no supo ayer (jueves)si estaba diciendo cosas lapidarias o banales para la justicia peruana. Por eso cada bando pronostica de acuerdo a sus propios intereses. En realidad el caso de los sobornos o los donativos en el Perú no se va a resolver realmente con declaraciones, sino con investigaciones. Las delaciones son atajos convenientes, pero las historias, y las responsabilidades, tienden a ser más complicadas. Sobre todo cuando quienes delatan o no delatan son personas con intereses tan importantes como los del magnate Odebrecht. En el juego que mencionamos hay para los fiscales un cierto elemento de todo o nada. Si no regresan con algunas cabezas de políticos prominentes, la gestión de Curitiba será vista como un fracaso, aunque en el fondo no lo haya sido. Pero es que como público nos hemos acostumbrado a esperar resultados relámpago. Pero lo que está en juego es demasiado grande como para esperar resultados instantáneos. Estamos ante un pulseo que para una mayoría de la población definirá la naturaleza del caso Odebrecht, es decir cuánto puede tener la cosa de justicia en marcha, y cuánto de farsa. Aunque sea irrazonable, el público está pidiendo la forma más básica de simetría: todos a la olla. Todo comenzó quizás cuando el país se entusiasmó con la posibilidad de que medio centenar de acusados brasileños empezara a desembuchar con gran energía, y resolviera el caso. En ciertos aspectos hemos venido descubriendo que hay pocas cosas más escurridizas que un delator lavajatista dedicado a cuidar sus propios intereses. Cuando estoy terminando el texto me alcanzan las primeras versiones de lo que se dijo y no se dijo en Curitiba, y cómo. Fuerza Popular ha abierto el champán. Lo poco que me llega no cambia mucho. Todo sugiere que las moralizaciones brasileñas no son realmente productos de exportación.